Él era un soñador obligado a vivir en la Tierra, ella quería sentarse en su oficina a vivir como todos los demás. Él había recorrido medio mundo, ella conocía de memoria el camino de su casa a la Universidad. Él hablaba a gritos, ella se esforzaba por no molestar. Él andaba dando saltitos, ella pasito a pasito para no tropezar. Él quería vivir cada día en una ciudad, ella sentarse tranquilita en su sofá. Él pensaba que ella era un poco aburrida, ella se cansaba de que andara de aquí para allá. Él pensaba que estaba loco, ella pensaba lo mismo. Él imaginaba que buceaba en sus ojos, ella no se cansaba de mirar. Él no se quería enamorar, ella creía que merecía algo más. Él la abrazaba por las noches, ella se dejaba abrazar. Él roncaba, ella lo escuchaba. Él siempre volvía, ella siempre lo esperaba. Él nunca la engañaba, ella siempre le decía la verdad. Él la besaba en la mejilla, ella sonreía y lo volvía a mirar. Él la desnudaba deprisa, ella no quería llegar hasta el final. Él siempre se reía, ella al final se dejaba desnudar. Él la trataba como a nadie más, ella no necesitaba sentirse especial.
Decían que estaban locos porque no tenían nada en común, ellos asentían porque eso era verdad.
Decían que estaban locos porque no se querían separar, ellos asentían porque eso también era verdad.
Decían que estaban locos porque no podían acabar bien, ellos sonreían ante tal insensatez.
Es tan curioso el amor que siempre se querrán.
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