Historias que no tienen final

martes, 31 de enero de 2012

"IMAGINA QUE..."

Dos palabras. Dos bonitas palabras: un verbo en imperativo, un verbo que obliga al interlocutor a adentrarse en un mundo mágico al que sólo puede poner barreras, si se me permite redundancia, la imaginación, y un maravilloso nexo al que le puede seguir cualquier objeto directo, un objeto directo infinito... el límite lo establece, si se me permite la redundancia otra vez, la imaginación.
Es la expresión más amplia que existe en la lengua castellana, ¿no? "Imagina que...", pero, ¿de verdad es tan maravillosa? Hace diez minutos sí que lo era, ¿que ha cambiado para que escriba esto?

Acabo de darme cuenta de lo cruel que es esta expresión. ¿Dos palabras que te permiten cualquier cosa? No, gracias.
Imagina que estás en París.
Imagina que puedes volar.
Imagina que estás con ella.
Me parece cruel.

Nuestra obligación como seres vivos a los que se les ha concedido el privilegio y el derecho de vivir es reducir las posibilidades de la imaginación, nuestra obligación es esforzarnos en ser felices hasta el punto de que no valga la pena imaginarnos nada porque no necesitamos nada mejor. Pero claro, pensándolo bien no me parece una expresión tan mala. Mientras nos esforzamos en alcanzar ese nivel de felicidad, imagina que...

domingo, 29 de enero de 2012

BREVE INTRODUCCIÓN SOBRE CIUDADES, HISTORIAS Y LORIÉN

Todas las ciudades del mundo son testigo de cientos de miles de historias de amor. Todas, por muy grandes o pequeñas que sean, han visto a hombres y mujeres luchar por conseguir a esa persona que les convierte en especiales. Algunas de estas ciudades incluso se han hecho más célebres gracias a esas historias, como Nueva York, Verona, París o Teruel, pero hay todavía una infinidad de historias que no se han contado. La ciudad que fue testigo de la historia que voy a narraros la vivió con pasividad, como si supiera que esa historia pudiera haber ocurrido en cualquier otro lugar, en cualquier otro momento o a cualquier otra persona.

Zaragoza es la quinta ciudad española en población y concentra más de la mitad de toda la población aragonesa. Más o menos setecientos mil habitantes pasean por sus calles, a los que tendríamos que sumarle turistas, estudiantes, inmigrantes… Cada una de estas personas tiene al menos una historia que contar y, me atrevería a decir, que casi todos tienen una bonita, bueno, no necesariamente bonita, pero sí una historia de amor. Desde el siglo VII a. C. Zaragoza acumula estas historias, muchas son dignas de mención, otras no y otras, simplemente, son para olvidar.

La historia que voy a contaros no es más que otra de las que se han vivido en Zaragoza. Una historia de un chaval que muchos definirían como el más normal del mundo, tan normal que hace de la novedad rutina, pero que el corazón le bombea tan fuerte la sangre que su cabeza no puede soportarlo y se desborda en forma de imaginación. No creo que sea la historia más indicada si estamos hablando de historias de amor pero, sin duda, es una de ellas, una de esas historias que no sabes si ya ha terminado, si terminará o, por el contrario, ni siquiera ha empezado.

Se llama Lorién, aunque todo el mundo lo conoce como el elfo debido a su nombre, a que prácticamente lo podemos considerar imberbe y a su constitución esbéltica. Al elfo no le importa ese nombre ya que su libro favorito es El Señor de los Anillos, aunque hubiera preferido que lo llamaran el hobbit porque su personaje preferido es Sam, pero se conforma con lo que tiene. Siempre que conoce a una persona nueva, lo primero que le cuenta es esto, su mote, aunque eso es algo que no tiene nada que ver con la historia.

martes, 24 de enero de 2012

SOBRE ESTROPAJOS, EPÉNTESIS, ONOMATOPEYAS Y PALABRAS EN GENERAL

He decidido que STUPPACULU es mi palabra latina preferida. Su evolución al castellano tiene de todo: prótesis, simplificación de geminadas, síncopa... ¡hasta una R epentética!
Al castellano nos ha llegado como estropajo, que no mola tanto pero también es guay. Es una palabra que, incluso, permite ir un poco más allá porque podemos llegar a afirmar sin miedo a equivocarnos que esa R epentética es onomatopéyica por el ruido que hace el estropajo cuando lo utilizas. ¡¡Es una R epéntetionemática!! Los límites los marca la imaginación.
¿No es alucinante?, ¿no lo es?, ¿no? Pues a mí me lo parece, aunque tal vez sea por los momentos que me ha dado esta palabra en las últimas 48 horas. Tal vez por eso alguna de mis palabras favoritas del español son fonologización, transfonologización o desfonologización, porque las palabras más importantes no son aquellas que transmiten una lección moral o poseen un gran significado, sino que son aquellas que, siendo sólo palabras, son capaces de transportarte a momentos concretos e, incluso, pueden hacerte sonreir. Por eso STUPPACULU es mi palabra latina favorita.

viernes, 20 de enero de 2012

HACIA DELANTE

Ahora que el pasado sólo provoca nostalgia, ahora que las historias se han convertido en eternas, ahora que al sístole siempre lo sigue el diástole, ahora que en mi cama sólo duermo, ahora que en mi cama duermo solo, ahora que el lugar sí que me importa, ahora que a un segundo siempre lo sigue otro, ahora que sus pupilas negras ya no son el final del túnel, ahora que quedarme sin aliento es un hecho extraordinario, ahora que olvidar no es una opción, ahora que los sueños no son la realidad, ahora que la realidad ha vuelto a ser la realidad, ahora que recordar sus besos es veneno, ahora que en lugar de montañas sólo veo sus pechos, ahora que ya no me felicita el cumpleaños, ahora que cuando pienso en verso siempre se me escapa la prosa... ¿Ahora qué?

Ahora es hora de mirar hacia delante, ahora que fallan las fuerzas hay que echar mano a los cojones, ahora hay que volar sin pensar en que se puede caer, ahora hay que seguir hacia delante aunque sea a contracorriente, ahora hay que avanzar campo a través cuando el camino se complica, ahora hay que encender una linterna cuando la luz no alumbra el túnel, ahora hay que escribir aunque duela... Ahora hay que seguir hacia delante aunque duela.