Historias que no tienen final

martes, 31 de enero de 2012

"IMAGINA QUE..."

Dos palabras. Dos bonitas palabras: un verbo en imperativo, un verbo que obliga al interlocutor a adentrarse en un mundo mágico al que sólo puede poner barreras, si se me permite redundancia, la imaginación, y un maravilloso nexo al que le puede seguir cualquier objeto directo, un objeto directo infinito... el límite lo establece, si se me permite la redundancia otra vez, la imaginación.
Es la expresión más amplia que existe en la lengua castellana, ¿no? "Imagina que...", pero, ¿de verdad es tan maravillosa? Hace diez minutos sí que lo era, ¿que ha cambiado para que escriba esto?

Acabo de darme cuenta de lo cruel que es esta expresión. ¿Dos palabras que te permiten cualquier cosa? No, gracias.
Imagina que estás en París.
Imagina que puedes volar.
Imagina que estás con ella.
Me parece cruel.

Nuestra obligación como seres vivos a los que se les ha concedido el privilegio y el derecho de vivir es reducir las posibilidades de la imaginación, nuestra obligación es esforzarnos en ser felices hasta el punto de que no valga la pena imaginarnos nada porque no necesitamos nada mejor. Pero claro, pensándolo bien no me parece una expresión tan mala. Mientras nos esforzamos en alcanzar ese nivel de felicidad, imagina que...

1 comentario:

  1. Imagina que... Todo lo que puedas haber nunca llegado a imaginar se hiciera realidad. Menuda mierda, ya no habria ningun sueño por cumpllir, nada. Tendrias todo. Ya no tendrias nada por lo que luchar.
    Tienes razon, no es una expresión tan mala.

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