Historias que no tienen final

jueves, 16 de junio de 2011

... sin embargo, SOMOS ETERNOS

Lo tenía todo pensado a la perfección pero calculé mal. Hubo un pequeño detalle que no tuve en cuenta.

Este Erasmus me ha bendecido con una chica maravillosa entre los brazos y yo estaba encantado de lo que teníamos. Inevitablemente, en algún momento, piensas en el final de esta historia: relación a distancia, ideas para irte a trabajar al extranjero, punto y final... son demasiadas cosas las que te pasan por la cabeza. Al final actuamos con cabeza y decidimos dejarlo para no juzgar nuestros recuerdos por un casi inevitable final que cambiara todo. Eras perfecto. Una relación que no tiene final. Todos nuestros recuerdos son perfectos, no tenemos ninguno malo y, si lo tuvimos, lo disipamos con palabras.
Pero había algo con lo que no contaba: la última imagen. No había pensado que esa última imagen iba a pesar tanto en mi mente como lo está haciendo ahora. Esa imagen triste, separados por el cristal del tren, mirándonos impotentes porque no podemos hacer nada. La última vez que miré esos increíbles ojos azules estaban rojos por las lágrimas. La última vez que me miraste, a través de aquel cristal, estaba sentado en un banco del andén sin poder parar de llorar. Nuestra última imagen.

Sin embargo, el tiempo es el mejor amigo del hombre y todo lo cura así que al final ese recuerdo quedará reducido a una pequeña imagen entre todas las historias que hemos vivido. Al final esta historia no tendrá final y cada vez que la recordemos no veremos el tren sino muchas otras cosas increíbles que hemos vivido juntos. Volveremos a vernos y seremos felices porque recordaremos otras historias, no la última.
Al final seremos eternos.

domingo, 12 de junio de 2011

ESTA HISTORIA NO TIENE FINAL

Cuando firmas un contrato tienes que hacerlo con cuidado, con mucho cuidado. Tienes que poner especial interés en la letra pequeña, aunque ésta esté implícita. Al firmar el contrato de una beca Erasmus está implícito que tras 9 meses de estancia en tu lugar de destino tienes que volver a la “vida real”. Lo sabes… pero no lo piensas. Entonces, con los nervios, la felicidad y el miedo que conlleva embarcarte en una aventura así firmas el contrato y te vas a otro país, triste por lo que dejas atrás y con miedo porque no sabes qué vendrá.

Mis primeras 18 horas en Dijon (Francia) fueron horribles. Junto con mi compañero de por vida, Carlos Carranza, vivimos una odisea por las estaciones de trenes francesas, arrastrando las maletas por las escaleras (no hay escaleras mecánicas en las estaciones francesas), equivocándonos de trenes y sudando a causa del peso de la enorme maleta y el calor agobiante de aquel día… pero por fin llegamos a Dijon. La odisea continúa.

Encontrar la residencia, esperar a que te den tu habitación, escuchar como una persona te da unas indicaciones en un idioma que no entiendes, subir hasta el 4º piso con el maletón, tirarte en la cama y sentirte tremendamente solo. Nosotros no lo sabíamos pero esa noche ya tuvimos nuestro primer encuentro con españoles mientras esperábamos a que nos dieran nuestro cuarto, pero no nos enteramos.
El día siguiente fue horrible, demasiado papeleo y pocas ganas por parte de los demás de ayudarte. Esa tarde, maldiciendo Francia, vagábamos por el campus de Dijon sin ningún destino hasta que de repente, empezó nuestro Erasmus. “¡Carlos!”. Gracias a las redes sociales nos reconocieron nuestros hermanos dijoneses (“¡un millón de gracias, internet!”). De repente estábamos en nuestra primera fiesta Erasmus hablando con unas cuarenta personas más.

Desde entonces hemos pasado muchísimo. En seguida haces cariño de Erasmus, todo el mundo tiene las mismas necesidades que tú. Así, a los nueve días de estar en Dijon, me subí a un coche con cuatro extremeños y nos fuimos a Munich para disfrutar de la cerveza del OktoberFest. Desde entonces todos hemos vivido cosas maravillosas juntos, increíbles, alucinantes… imposible describir un Erasmus con palabras. No sé si alguien será capaz de hacerlo algún día pero creo que hay cosas tan maravillosas que las palabras no pueden describirlas.

Pero claro, en esta vida todo termina. Llegan las despedidas. Intentas quitarte presión pensando que vais a volver a veros dentro de no mucho tiempo pero sabes que ya no es lo mismo. Ahora mismo, la personas a las que estoy diciendo “hasta luego” son mi grupo de amigos (con todo el respeto del mundo a mis Avalanchas de Monzón), son mi apoyo, mi muleta… mis hermanos. El momento del último abrazo es muy duro, hay demasiado presión. No sabes qué decir pero intentas que seas especial. Yo no soy una persona que llore. En el momento intento llevar las cosas con humor para que sea más fácil para todos, es después cuando se complica. Cuando necesitas a esas personas y ya no están. Es entonces cuando notas que te falta algo (click). Es entonces cuando yo lo noto. Cada persona es como es… al final es duro para todos.
Al final el recuerdo que queda no es el de decir adiós, sino todos los momentos enormes que habéis pasado juntos. La despedida es un capítulo más en esta historia que no tiene final porque no es una despedida, es un hasta luego.

Dentro de un mes estaré tirado en mi sofá de Monzón, acordándome de muchísimas historias de este año y sonreiré alegre porque las he vivido junto a gente maravillosa. Dentro de unos meses nos juntaremos todos otra vez y no hablaremos de estos últimos días, hablaremos de lo bien que lo pasamos cada vez que nos juntábamos todos, recordaremos historias y nos abrazaremos con todo el cariño que nos tenemos. Porque nos queremos y porque somos un grupo cojonudo.