Historias que no tienen final

martes, 22 de mayo de 2012

Me duelen los pronombres

*A Margarita Porroche y su trabajo sobre La presencia o ausencia del pronombre sujeto en español.

Me duelen los pronombres. Me duelen el y el yo, me duele el nosotros y me duele el él. Me ha perforado el  de tal manera que me duele hasta el yo, tanto que se está haciendo plural. El nosotros me duele menos, por ahí está punzando, y el vosotros, a veces, también me duele un poco. El ellos no me duele, menos mal.
Pues eso, que me duelen los pronombres. Los enfáticos sobretodo, porque si no hacen falta yo no sé por qué cojones los utilizamos (mierda, ese yo ha sido enfático y me ha dolido).
Aunque ahora me duele el yo, me gusta que el plural sea nosotros, es bonito.
Y eso, que me duelen los pronombres.


jueves, 17 de mayo de 2012

LA NIÑA Y LAS PALOMAS (Felicidades, Clara)


*Basado en hechos reales

Clara es una niña de 7 ó 8 años, ¿o eran 9? (¡Sí, venga, 14!, dice Carlos). Bueno, al final tiene 9 años. Es una niña rubia muy guapa, con muchas pecas y una inocente sonrisa inocultable. Es verano y está en Venezia de vacaciones con sus padres y su hermano. Los padres necesitan un descanso de sus maravillosos hijos así que deciden tomar un café en una terracita dejando a sus hijos aparentemente fuera de peligro dando de comer a la palomas de la plaza, algo totalmente normal para los aragoneses ya que jugar con la palomas de la Plaza del Pilar es un pasatiempo para los niños desde tiempos inmemoriales.
Clara compra un paquete con trocitos de pan y los lanza cerquita suyo para que las palomas se acerquen a ella. Está emocionada, tiene a los animales muy cerca y casi puede hasta tocarlos. Se está divirtiendo así que decide ir un poco más allá y pone trocitos de pan en sus manos, con la esperanza de que alguno de esos animalillos se pose en ella para comer. Su felicidad es visible desde su sonrisa hasta el movimiento de caderas estilo boogie con una inocencia que muy pronto va a perder para siempre.

La sombra se apodera de la plaza y se escucha el retumbar de un trueno. Un fuerte viento azota la capital de Véneto y acompaña a su silbido un sonido espantoso, un graznido que parece venido de las mismísimas puertas del infierno, un sonido que asusta al propio Cerbero y deja salir del inframundo a esos horribles animales que producen el desquiciante sonido.
La sombra que encapota el cielo se vuelve más negra y Clara sube la cabeza asustada para ver el infierno que se cierne sobre ella. ¡Ahí está, se acerca!, el ejército de las tinieblas, un ejército venido desde tiempos ancestrales, un lugar y un tiempo desconocidos por el hombre, un ejército formado por soldados alados, con pico, patas y muy buena puntería cuando disparan. Son 8 millones de palomas, no 8 mil, ni 800, ¡8 millones!, y todas poseen un mismo objetivo: la niña ya no tan sonriente con trocitos de pan en las manos.
Clara, confusa por el miedo, comienza a correr en todas direcciones con una nube de palomas rodeándola y atacándola para acabar con toda su comida. Tropieza y su espalda golpea el suelo con la mala suerte de que la bolsa de comida se rompe y caen sobre su cuerpo todos los trocitos de pan. Las palomas la avasallan, arrasan con todo lo que hay sobre su cuerpo, sin dejar nada. En su afán de devoro, una de ellas incluso arranca una pequeña peca que sobresale levemente en su pecho. La pobre Clara llora, llora desconsolada sin poder defenderse ante tal aberración enviada por Satanás para traumatizarla de por vida. Ha perdido y sólo le queda esperar a que el infernal ejército se vaya para conquistar otra batalla que, esperemos, sea más igualada.
Las palomas se van con el saber de un trabajo bien hecho y el estómago lleno. Una de esas ratas voladoras gira su cabeza mientras se aleja y sonríe mientras Clara la observa cubierta de lágrimas y migas de pan, ese pajarraco huye con algo más en su estómago, ese pajarraco se lleva su peca, una peca que nunca recuperará.

sábado, 12 de mayo de 2012

Te adoro

Te adoro porque apenas te conozco pero quiero conocerte y porque si ya te adoro ahora no sé qué haré cuando te conozca del todo, cuando por fin sepa si sonríes en serio o sólo por compromiso, cuando sepa si me besas en serio o sólo porque yo te beso. 
Te adoro porque mi búsqueda de lo perfecto termina después de ver tus ojos, porque para mí verte es perfecto y si me veo en tus ojos me olvido de que nada lo es. 
Te adoro porque eres Tú y sé que dentro de poco seremos Nosotros, porque te veo y siento como un singular se puede convertir en un plural engañoso, un plural tan perfecto que parece singular.
Te adoro porque tengo la voluntad de hacerlo todo por ti, porque aún no conozco tu espalda pero sé que quiero arañarla, porque no sé que secretos escondes bajo tu falda pero créeme que quiero descubrirlos, porque no sé si nuestras manos encajan de una manera perfecta pero si no lo hacen me haré unas nuevas a medida con las tuyas.
Soy paciente porque te adoro.
Dices que estoy loco porque te adoro y yo te digo que tú vas a estar loca porque vas a adorarme pronto.