Historias que no tienen final

viernes, 3 de febrero de 2012

"CUANDO LA MUERTE NO PUDO MATAR"

*A Elvira
"Murió de amor la pobre Elvira,

cándida rosa que agostó el dolor,
süave aroma que el viajero aspira
y en sus alas el aura arrebató" Espronceda, El estudiante de Salamanca, parte II

No estoy seguro de que tocara el suelo mientras se acercaba, sin saberlo, a mí. Ondeaba los volantes de su falda blanca el viento y volvía para elevar sus rizos negros sobre sus hombros como si no quisiera separarse de ella. Caminaba lenta, como sin saber hacia dónde se acercaba de manera inevitable. Yo la esperaba, la esperaba con toda mi ansia y deseaba verla más de cerca, admirar su belleza eternamente, acompañarla más allá de donde todos quedan y abrazarla, abrazarla y fundirnos en un beso eterno.
Entonces pude ver sus ojos, mirándome, sabiendo que ya nada volvería, que vendría conmigo y todo terminaría. Las lágrimas brotaban lentamente mientras me miraba y entonces se quedó quieta, con sus ojos observando los míos, esperando una respuesta al sentido de la vida. No pude dársela, no pude moverme. Intenté deshacerme de ellos pero no pude. Me había atrapadó. Me dejé atrapar por ellos y me enamoré, me enamoré perdidamente del universo infinito que encerraban.
Entonces nos miramos, sin saber qué hacer. Ella esperando que la llevara conmigo y yo encerrado en sus ojos deseando que nunca tuviera que hacerlo.

*Recuerdo esta vieja entrada de Con un palo escalé el Everest:
A tus ojos, que siempre los veo si me miran, que siempre me miran si los veo. Muchas veces me pregunto qué habrá al otro lado, qué escondes tras esa sencilla mirada, tras esa ardiente pero a la vez oscura luz que ilumina esa frontera imaginaria que he(mos) creado entre nosotros.
Tal vez tus ojos sean como los agujeros negros, que devoran todo lo que penetra en ellos, y por eso no puedo salir.