Historias que no tienen final

domingo, 29 de enero de 2012

BREVE INTRODUCCIÓN SOBRE CIUDADES, HISTORIAS Y LORIÉN

Todas las ciudades del mundo son testigo de cientos de miles de historias de amor. Todas, por muy grandes o pequeñas que sean, han visto a hombres y mujeres luchar por conseguir a esa persona que les convierte en especiales. Algunas de estas ciudades incluso se han hecho más célebres gracias a esas historias, como Nueva York, Verona, París o Teruel, pero hay todavía una infinidad de historias que no se han contado. La ciudad que fue testigo de la historia que voy a narraros la vivió con pasividad, como si supiera que esa historia pudiera haber ocurrido en cualquier otro lugar, en cualquier otro momento o a cualquier otra persona.

Zaragoza es la quinta ciudad española en población y concentra más de la mitad de toda la población aragonesa. Más o menos setecientos mil habitantes pasean por sus calles, a los que tendríamos que sumarle turistas, estudiantes, inmigrantes… Cada una de estas personas tiene al menos una historia que contar y, me atrevería a decir, que casi todos tienen una bonita, bueno, no necesariamente bonita, pero sí una historia de amor. Desde el siglo VII a. C. Zaragoza acumula estas historias, muchas son dignas de mención, otras no y otras, simplemente, son para olvidar.

La historia que voy a contaros no es más que otra de las que se han vivido en Zaragoza. Una historia de un chaval que muchos definirían como el más normal del mundo, tan normal que hace de la novedad rutina, pero que el corazón le bombea tan fuerte la sangre que su cabeza no puede soportarlo y se desborda en forma de imaginación. No creo que sea la historia más indicada si estamos hablando de historias de amor pero, sin duda, es una de ellas, una de esas historias que no sabes si ya ha terminado, si terminará o, por el contrario, ni siquiera ha empezado.

Se llama Lorién, aunque todo el mundo lo conoce como el elfo debido a su nombre, a que prácticamente lo podemos considerar imberbe y a su constitución esbéltica. Al elfo no le importa ese nombre ya que su libro favorito es El Señor de los Anillos, aunque hubiera preferido que lo llamaran el hobbit porque su personaje preferido es Sam, pero se conforma con lo que tiene. Siempre que conoce a una persona nueva, lo primero que le cuenta es esto, su mote, aunque eso es algo que no tiene nada que ver con la historia.

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