Aquí, en una pequeña ciudad de la Bourgogne, la Navidad comenzó ayer (27 de noviembre) con la inauguración de las luces y el mercado navideño que vivirán aquí durante todo diciembre.
Acompañó a esta fecha tan especial, también, la primera nevada (primera de muchas) y, por supuesto, la primera guerra de bolas de nieve (primera de muchas, también).

Muchísima diferencia con España en el tema navideño, lo único en lo que pierde Francia es en que no hay villancicos por las calles. Hay muchsísimas más luces, la gente no tiene miedo a pasear por la calle a pesar del frío (el frío se convierte en calor con la gente a la que quieres) y todo el mundo lleva gorros con pompón (yo,desde ayer, también).
Por eso, este año, la Navidad me gusta muchísimo más que los años anteriores (yo pensaba que no era posible) y sé con certeza que este sentimiento no va a decaer cuando llegue a España el 17 de diciembre porque volveré a ver a todo la gente a la que quiero, aunque con la mala visión de que me faltará ma petite famille dijonnaise cuando sirvan en la mesa una de esas cenas tan especiales.